Pocas cosas me incomodan más en mi trabajo que ver un proyecto en spanglish, es decir, con partes en inglés y otras en español. La naturaleza del origen de la mayoría de la tecnología moderna hace que el inglés sea la «lingua franca» entre ingenieros, particularmente entre los que desarrollamos software, sin embargo, en México en particular, parece existir un complejo de identidad que no nos permite decidirnos por uno o por otro, o peor aun, mezclarlos terminando con resultados que dan pena.
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