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El falso sentido de la libertad de expresión en el ambiente laboral

Con la álgida situación que se vive actualmente en la sociedad entre temas bastante delicados desde la violencia en contra de las mujeres, el aborto legal, la discriminación a quienes se identifican como LGBTQ, espectros políticos, etc. no es difícil entender porque algunas empresas toman ciertas decisiones (o estrategias) para aminorar los problemas de comunicación y sobre todo de polarización que estos temas generan en el ambiente laboral. El problema más grande que nos encontramos, según mi punto de vista, es una falta real de libertad de expresión e ideas.

El caso sonado mas reciente es el de Basecamp, la compañía de Dave Heinemehier-Hansson, creador del famoso framework Ruby on Rails y Jason Fried, autores también de varios libros best-seller sobre ambiente y cultura laboral. La ironía es que, a pesar de ser una compañía por muchos años respetada, en un aparente vuelta de 180 grados, la compañía decidió pedirle a sus empleados que dejaran los temas de política fuera de las conversaciones dentro de la empresa.

En una publicación de la propia compañía, Fried, cofundador y «lider» moral de la empresa lista algunos de los puntos que tomarían como acciones dentro de la misma, de particular interés el primero:

No more societal and political discussions on our company Basecamp account. Today’s social and political waters are especially choppy. Sensitivities are at 11, and every discussion remotely related to politics, advocacy, or society at large quickly spins away from pleasant. You shouldn’t have to wonder if staying out of it means you’re complicit, or wading into it means you’re a target. These are difficult enough waters to navigate in life, but significantly more so at work. It’s become too much. It’s a major distraction. It saps our energy, and redirects our dialog towards dark places. It’s not healthy, it hasn’t served us well. And we’re done with it on our company Basecamp account where the work happens. People can take the conversations with willing co-workers to Signal, Whatsapp, or even a personal Basecamp account, but it can’t happen where the work happens anymore.

Jason Fried

Claramente la intención es evadir los temas políticos y sociales que actualmente estan en boca de todos; Black Lives Matter, izquierda VS derecha, derechos LGBQT+, cuotas de género y demás. Me parece, acertado, en particular lo siguiente:

You shouldn’t have to wonder if staying out of it means you’re complicit, or wading into it means you’re a target.

Sucede que, a menudo, y ciertamente en tiempos modernos, se motiva a los trabajadores de una empresa a abrirse públicamente sobre temas de difícil discusión y como estrategia de la propia compañía a estar a la vanguardia en temas sociológicos. El gran problema de esto es que, si bien pasamos bastante tiempo en nuestros trabajos, y hay quien lo considera su «segunda casa», no deja de ser eso; nuestro ambiente laboral. Si bien podemos interactuar con nuestros compañeros y crear lazos humanos importantes que nos permitan discutir y debatir ciertos temas, esto no debería ser de interes general para la empresa, pero no por un tema de censura, todo lo contrario, y a continuación explico por qué.

Existe un falso sentido de libertad de expresión en los ambientes públicos, como nuestro trabajo, donde se supone uno tiene ciertos derechos y responsabilidades. Parte de estos derechos serían levantar nuestra voz cuando no estemos de acuerdo con nuestro entorno de trabajo y parte de nuestra responsabilidad sería alzarnos en contra de temas muy específicos como discriminación, acosto, etc.

Pero, ¿Qué pasa con las opiniones? Eso es otro tema completamente. La riqueza de una sociedad civilizada ha sido siempre el razonamiento, el debate sano y la opinión y concenso de la mayoría, como en una democracia. Afortunada o desafortunadamente, depende el contexto con el que se quiera ver, no todos tendremos las mismas opiniones sobre ciertos temas, sobre todo temas que deben tratarse con «pinzitas» como dicen por ahí, y es cuando los problemas comienzan.

Es obvio que la imagen pública de una compañía es sumamente importante, asi que cualquier empresa va a tender a satisfacer lo que las «masas» quieran escuchar o lo que se considere una opinión popular y de consenso, sobre todo en tiempos actuales. Aunque una compañía motive a sus empleados a hacer uso de esta libertad de expresión, la realidad de las cosas es que nuestra opinión solo se considerará como tal si va en paralelo a las ideas de la mayoría de la empresa y de lo que la sociedad espera de la empresa como declaración y posición pública sobre un tema. En el momento en que exista divergencia entre nuestra propia opinión y lo que la empresa y la sociedad preponderante diga y piense, nos volvemos ese «target» que Jason comenta.

Y es que es bastante interesante como ver que los recientes grupos progresistas y de «izquierda» defienden estas libertades siempre y cuando se ajusten exactamente a sus intereses y fines políticos, cuando esto no es así, se tergiversa en lo que denominan un ataque, racismo, clasismo, intolerancia o cualquier otro adjetivo negativo que podamos encontrar, al grado de llamar a quien no este de acuerdo, alimentado por la prensa liberal sensacionalista, un nacional-socialista (Nazi) a quienes no concuerden con sus opiniones.

Pero quien desconoce la historia está condenado a repetirla. Pareciera que no hemos entendido que los extremos son malos, de izquierda o de derecha, de blancos y de negros, de absolutismos. El objetivo da igual, el espectro político es irrelevante. Cuando se tiene una agenda política claramente definida y se utiliza esa falsa libertad de expresión como un instrumento para forzarnos a decir y pensar lo que otros quieren se le llama también opresión, aun cuando sea opinión poco popular.

Hay que recordar como funcionaron los regímenes socialistas del siglo XX, donde las ideas de progresismo y de control absoluto de pensamiento, ideas y acciones no distaban mucho del esquema político del otro espectro llamado nacional-socialismo. Si no repetimos lo que se nos dice que debemos repetir, aun cuando no estemos de acuerdo, eramos enemigos del estado, y aunque pareciera algo de libros de historia, continua siendo un gran problema en muchos países de Asia y Medio Oriente, simplemente hay que voltear a ver al que es, posiblemente, la potencial mundial con mas influencia despues de los EE.UU.: China, o lugares de culto como Korea del Norte.

Entonces, obligar a los empleados en una empresa a tener una opinión pero que vaya de acuerdo a la opinión popular o intereses políticos actuales de algún grupo no es libertad de expresión, es solo un mecanismo de defensa para proteger los intereses de la empresa y mantener contentos a la mayoría, una especie de lavado de manos donde se le delega al empleado la responsabilidad de lo que dice y piensa en nombre de la empresa, sin tener oportunidad de separar este tema de su desepeño laboral.

Desafortunadamente en este mundo tan conectado en el que vivimos y con una cultura de «cancelación» rapáz que busca quemar brujas a como de lugar a manera de castigar a quien se pueda por lo que otros consideran delitos, casi como un sistema de justicia del pueblo, donde se nos puede echar a perder no solo nuestra carrera sino vida pública por lo que hacemos y decimos si va en contra del estatus quo, una situación que se antoja ridícula en lo menos, y peligrosa en el peor de los casos.

No debemos tener ideologías extremas pero sobre todo, fomentar la censura de manera que no pueda haber un debate sano, es decir, o se discuten estos temas abiertamente, o se le pide a todos los participantes dejar de hacerlo, hasta que aprendan a convivir, como niños de primaria.

Y eso es exactamente lo que hizo Basecamp. Y lo que opino, humildemente, deberían hacer cada días mas empresas; si no se saben comportar, y no quieren tener una discusión sana y balanceada, donde fluyan las ideas de manera plural, entonces no estás listo para tener dicha libertad.

Cualquier otra cosa no es libertad de expresión, sino una tarea de control de daños para tener contenta a la santa inquisición moderna con una agenda política en mano, donde lo último que le interesa es resolver los problemas (que existen, y duelen y son reales) que vivimos en tiempos actuales con una estrategia de colaboración, acciones y cambios que realmente involucren a todos.

Publicado enPolítica, Historia y Sociedad.

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