Hoy mientras me preparaba mi café mañanero me serví agua en el que es probablemente el vaso que más uso y recordé que en realidad no es un vaso sino lo que solía ser una vela de «Ikea» que eventualmente completó su ciclo de vida como tal y por alguna razón terminó como vaso en los trastes de la casa.
Lo más curioso es que soy bastante «organizado» y preparado para todo, al menos eso me dicen. Tengo un bowl específico para las ensaladas, una «lonchera» que no uso para cuando aun trabajaba en oficinas e incluso vasos y tazas específicas para cada cosa.
Y aunque en casa no somos acumuladores y de hecho, de años para acá he tratado de simplificar lo más que puedo mi vida material, tengo algunos vasos y tazas que o son mis favoritos o guardo por puro recuerdo y melancolía:
En órden: mi vaso de Soda Stereo, que es especial porque es el que me dieron en el concierto del reencuentro para beber cerveza en el 2007 en la gira «Me verás volver«, el mentado vaso de Ikea, una taza del JPL de la NASA que uso para tomar café en casa que me regaló Juan José, mi primer empleado cuando tuve mi empresa y un termo que recientemente compré (y mandé grabar con mi nombre) para viaje.
Pero al final del día, al menos estando en casa, para agua o bebidas frías como té, siempre termino utilizando mi vaso que no es vaso de Ikea. Vajillas han ido y venido en casa y muchos vasos y tazas se han roto a lo largo de los años pero el vaso de Ikea sigue ahí, imponente, fuerte, y sobre todo, útil.
Debido a que es bastante más grueso que un vaso normal, ha soportado bastante y no muestra signos de desaparecer pronto.
Esto solo demuestra que no solamente algunas cosas resultan más útiles de lo que creíamos sino que además, materialísticamente hablando, hay ocasiones donde nuestro apego se desarrolla a las cosas que menos nos imaginamos. Me recuerda a Pablo, uno de mis sobrinos, a quien en esta pasada navidad le regalamos un increíble auto de control remoto con todos los «bells and whistles» posibles pero que terminó felíz jugando con un camote que como broma les envolví de regalo a mis hermanos mayores, descartando el sofisticado juguete.
El placer (y utilidad) de las cosas simples no se puede reemplazar con nada.
No sabía que era una vela de IKEA :p.