Les decían «chalinillos» y mi madre no nos dejaba juntarnos con ellos. Nuestros vecinos, claramente eran «diferentes a nosotros«, con sus botas piteadas o huaraches y sombreros. Así como un «caifan» a principio de los 90’s era un término despectivo para referirse a lo que debiera ser un vago rockero, un chalino o «macuarro» era la definición del sombrerudo, gritón y escandaloso con una actitúd particularmente desafiante. Nadie los quería, ni debía quererlos, pero mi hermano, y yo, a mis 6 años, no sabíamos nada de estratos sociales.
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