Justo hace apenas unos meses escribía sobre como leer esta sobrevalorado, o lo que es lo mismo, como nos mantenemos informados actualmente con información a medias tintas, y como ha mermado nuestra percepción de la realidad. Vivimos en un mundo de medios de comunicación tradicionales que luchan por sobrevivir y donde las «redes sociales» son el punto de partida para no solo informarse sino crear juicios colectivos. En últimas semanas debido a la desagradable pero no sorpresiva victoria de Donald Trump como candidato a la presidencia de Estados Unidos se ha discutido tanto en medios electrónicos como de papel el rol que jugaron tanto el Internet como las redes sociales para que esto sucediera.
Hecho: cuando la mayoría de las personas se refieren a las redes sociales en realidad se refieren a Facebook, punto. Si bien existen otros servicios que uno podría acomodar en la misma categoría lo cierto es que el punto de partida para informarse es usualmente Facebook; no visualizo a nadie usando Snapchat, Instagram o WhatsApp para buscar noticias.
Es importante entender el primer problema: no existe variedad ni opciones en estas llamadas redes sociales para consumir información relevante. Si bien Facebook no creo uno monopolio de información y datos a propósito si logró posicionarse como la referencia automática cuando una persona se refiere al Internet y a las redes sociales. No es que no existan otras opciones, pues las hay, cientos de sitios de noticias de empresas u organizaciones con fuentes fidedignas y trabajo de periodismo real sin embargo para el usuario común el Internet se limita a unas cuantas cosas: Google, Facebook y su servicio de correo. Es obvio que bajo este esquema de acaparación total de mercado el protagonista sea, si bien no directamente, responsable.
El segundo problema es precisamente la naturaleza de Facebook. Al ser una red social, significa que el contenido es simplemente transmitido de manera orgánica y sin filtros lo cual es un requerimiento de una plataforma de esa naturaleza, el problema es que la información importante, esa que crea conciencia entre las masas, esa que sirve para construir un juicio, necesita usualmente ser curada, redactada, editada y corroborada por profesionistas llamados periodistas.
Basar nuestro juicio en chismes, memes y cadenas de información solo por la cantidad de shares o likes no la hace fidedigna. En repetidas ocasiones he tenido esta conversación con varios miembros de mi familia y amigos. Para mi, Facebook, se ha convertido precisamente en un hervidero de contenido falso, desde la vida perfecta que se trata de proyectar ahí hasta temas relevantes como noticias que en realidad no son noticias sino opiniones con seguidores.
Pero «No es culpa del indio, sino del que lo hace compadre» y en este caso los usuarios holgazanes hemos vuelto compadre a Facebook.
Tristemente el Internet nos ha vuelto más ignorantes y damos por hecho que lo que leemos es una verdad absoluta y actuamos en consecuencia, particularmente en Facebook, donde la mayoría de los usuarios no brillan precisamente por su perspicacia.
Punto a favor para Twitter donde en mi opinión se generan debates y noticias con un poco más de fundamento aunque el propio concepto del servicio filtra naturalmente a los «malos usuarios«; no visualizo a tus tías de más de 60 que comparten enlaces a uno de los 50 sitios clon de Aristegui Noticias con clickbait sobre la renuncia de Peña Nieto ahí.
Yo por lo pronto me he limitado a utilizar el servicio (Facebook) exclusivamente para los grupos y el servicio de mensajería que me sirve para estar en contacto con algunos miembros de mi familia. Cerrar mi cuenta me parece un extremo pero dejar de utilizar el servicio principal no solo me ha dado un poco más de tiempo libre para otras actividades más importantes (que creo cualquier otra actividad es más importante que eso) sino que además da la sensación de desintoxicación.
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