Hoy mientras hacíamos fila para cruzar al otro lado, probablemente a comprar cosas triviales, recordé lo afortunado que soy al ver (como es usual en la frontera) la cantidad de gente no solamente pidiendo «limosna» sino «pasando el trapo» por los carros, vendiendo dulces u ofreciendo algún tipo de servicio para ganarse la comida del día, aquellos con suerte están mas o menos sanos, sino es por las marcas físicas de las drogas son también mas o menos afortunados, los menos, en sillas de ruedas sin piernas o hasta en patinetas como modo de transporte para discapacidad improvisado y moviéndose como pueden.
Podría estar lleno de clichés pero la verdad es que a diario veo personas, situaciones y entornos que me hacen pensar que tengo una vida privilegiada, de verdad! pues más allá del hecho de que tengo «estabilidad económica» tengo muchas cosas que otras personas (no necesariamente ajenas a mi, por cierto) adolecen; una extraordinaria pareja, un trabajo que disfruto mucho, buenos amigos y salud. En realidad considero que «hago lo que quiero» y aunque suene muy hedonista de mi parte es la verdad. Prácticamente son pocas las cosas que no puedo hacer por alguna limitante física, emocional o económica y por eso estoy agradecido conmigo mismo en primera instancia, en mi mujer, familia, amigos y en genreal cualquier persona que me ha tendido la mano de alguna u otra forma durante mi vida con la cual por supuesto estoy también sumamente agradecido pues no creo en deidades.
Lo anterior es solo contexto sobre el tema principal: el ser agradecido en tiempos de abundancia, es decir, recordar que no siempre tuvimos o tendremos todo lo que deseamos y que hay que ser humildes, aun cuando «las vacas están gordas». Este post lo deshebré en mi cabeza hace algunos días después de leer un artículo de un colega sobre le tema de los «head-hunters» que no es mas que un término que suena bonito para decir reclutador. El artículo es simplemente una serie de tweets (como 10) sobre cosas que NO debería hacer un reclutador, particularmente con prospectos que se dediquen al tema de la tecnología. Y es que si hay demanda de algo en este momento es de ingenieros, particularmente los que se dedican a la creación de software.
En síntesis, lo que Miguel expone es la falta de profesionalismo de algunos reclutadores para siquiera investigar sobre el puesto que están solicitando o los requerimientos de la vacante así como los conocimientos que debería tener dicho prospecto. Si bien Miguel trata puntos con los que estoy totalmente de acuerdo (como el hecho de que un reclutador de programadores o personas que nos dedicamos a tecnología siga pidiendo un CV formal en vez de ver nuestro perfil de LinkedIn por ejemplo) hay una constante entre los colegas, ingenieros, programadores y anexos: «Ah como chingan los reclutadores», lo leo en redes sociales y lo escucho constantemente en mis compañeros de trabajo.
Vivimos en tiempos complicados tanto económicos como sociales. Particularmente, en el ámbito laboral, ya sea que no encuentras trabajo o está pésimamente remunerado y con exigencias propias de un sistema de feudos. Afortunadamente, para quienes nos dedicamos a la programación, eso es solo una noticia en un diario nacional o en un artículo de economía pues nuestro sector no solo sigue a la alza sino que sigue demandando más profesionistas de los que hay disponibles, ergo, tanto empresas de reclutamiento como departamentos de RH se pelean, literalmente, a la gente.
Precisamente, por esta abundancia (que espero no sea otra burbuja a punto de reventar) es que me siento afortunado y agradecido pero, ¿Sáben con qué me siento agradecido también? Con los reclutadores!
Quienes se dedican a contratación de personal son personas de carne y hueso como tu, bendito programador hijo de Dios Padre y Madre Santísima!, y como yo. La diferencia es que, además del ego bastante inflado, tenemos la sartén por el mango… y el mango también, y lo que esto significa es que nosotros somos la oferta, que es escasa y nuestros amigos reclutadores son la demanda, y son mucha. Estoy seguro que si los papeles se invirtieran, es decir, si el mercado estuviera saturado o con pocas ofertas, la mayoría de mis colegas suavizaría un poco su discurso.
He tenido la oportunidad (y necesidad) de tener que ser parte del proceso de reclutamiento, entrevista y análisis de perfil de varias personas durante mi carrera y de verdad es no solamente tedioso sino difícil, aun para alguien técnico como yo. Si bien se debe tener ciertos parámetros de calidad para dicho proceso, el perfeccionarlo está tan lejos de la realidad como lo es que el código que escribimos a diario no tenga ningún error ni requiera cambios. La diferencia es grande: los reclutadores están a la vista de todos, públicamente, mientras que nuestras metidas de pata (por no decir pendejadas) se quedan en nuestro equipo, si acaso, con el administrador de proyectos. Como no estamos tan expuestos pues nos sentimos perfectos. Le llamo el síndrome del programador recluso.
Correos con ofertas de trabajo me llegan muy a menudo y aunque algunos ni siquiera los contesto precisamente por coincidir con algunos de los puntos que Miguel expone en su artículo, como el hecho de ofrecerme vacantes que no tienen nada que ver con mi perfil, trato de ser agradecido de la manera que me enseñaron en mi casa: decir «No, gracias». No es tan difícil. Usualmente me lleva 1 minuto redactar una respuesta simple a la persona, de entrada agradeciéndole tomarse el tiempo de considerarme en su selección, posteriormente exponiendo las razones por las cuales no estoy disponible en este momento para dicha oportunidad (tomen nota de la diferencia entre «no puedo» a «no me interesa», psicología mis estimados) y finalmente despidiendome y dejando la «puerta abierta» para futuras oportunidades.
La mayoría de los ingenieros que conozco tienen poco tacto y ni que decir de la capacidad para asimilar el hecho de que parte de su reputación está en esas respuestas. La vida da muchas vueltas, y es importante ser agradecido. Podríamos escudarnos en el ya bastante trillado cliché de que los ingenieros y programadores no tienen habilidades sociales y por eso reaccionamos así, pero me pregunto ¿Si con el tiempo hemos aprendido a ser unos hijos de puta ególatras, no podríamos también aprender a ser agradecidos? Quizá solo somos «medio tontos«.
Así que queridos reclutadores, head-hunters y personal de recursos humanos dedicado a buscarnos trabajo: Gracias! Y aunque hoy no tenga disponibilidad para tu proyecto espero podamos coincidir en un futuro para otra posible oportunidad.
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