Siempre he bromeado y dicho que tengo pase directo al infierno, claro, si es que existe. Siendo un no creyente, no me frustra la idea de una eternidad en las llamas, aunque tampoco espero una vida eterna rodeada de borregos, sin embargo, cada vez me convenzo más de que la fe es uno de los sentimientos más poderosos que existen, para bien, y para mal. Últimamente hasta he sentido cierta envidia de quienes pueden experimentarla.
Mi nana siempre rezaba el rosario en ocasiones especiales: cuando algún familiar enfermaba, alguien salía de viaje o simplemente para pedir por la buena suerte de aquellos que la rodeaban. Viniendo de una familia tradicional y conservadora de Jalisco, las costumbres católicas siempre fueron parte de la familia.
Cuando tuve mi momento de «iluminación» pensé que, si existía un Dios, un cielo y un infierno, era bastante fácil obtener la vida eterna sin ser un creyente. Cierto es que negar a Dios no solo es un pecado, sino un ticket directo al infierno:
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Mateo, 10:33
Pero ¿Nó es peor mentir, corromper, robar o matar? Muchos de los mandamientos tradicionales Cristianos son paralelos a lo que consideraríamos, como miembros de una sociedad moderna, reglas a seguir, seamos creyentes o no. Ya Santo Tomás de Aquino trataba este tema desde una perspectiva religiosa y social en su Suma Teológica.
Así que mi postura al respecto desde entonces siempre ha sido que, si existe un Dios, y el comportamiento en este mundo etéreo es influyente en ganarse una entrada al cielo, seguir las reglas impuestas por el ser humano, bajo un marco legal y moral, debería ser suficiente y bueno, que Dios me perdone por no haber creído en el.
Lo más interesante del tema de la fe, para mi, es el poder no solo de terapia y sanación sino de instrumento de auto-control mental. Siempre he dicho que en México uno de los problemas más grandes que impactan nuestro comportamiento social y han detenido nuestro progreso como una sociedad más moderna, tolerante y productiva ha sido precisamente la fe. ¿Quién no ha escuchado el cásico «Primero Dios…«, o el «Dios mediante«, «Con el favor de Dios«, etc.? México, y en general Latinoamérica, son regiones donde siempre se ha antepuesto a Dios antes que nada, que el Gobierno, que la Ciencia, o las leyes del hombre.
Es esta fe, inexplicable a veces, que puede hacer a los fieles holgazanes, esperando siempre que suceda un milagro para salir de un bache, mejorar su comunidad, su salud, su entorno, etc.
Pero también tiene un lado muy positivo, y es el poder de la tranquilidad y la sanación. Está comprobado que la mente hace maravillas y, una que precisamente se programa conciente e inconcientemente para aceptar su destino como obra y gracia de Dios, será muy seguramente una mente más tranquila y en paz que aquella que adolece de dicha fe. Por que, cuando se tiene fe, va de la mano con la esperanza y la resignación, la esperanza de que lo que deseamos pueda suceder por actos milagrosos, por ejemplo, o la resignación de cuando pasan acontecimientos trágicos podemos pasar un duelo y resignarnos pues era el deseo de Dios.
Es entonces cuando pienso «Qué conveniente sería ser una persona de Fe«, pues cuando pasamos por momentos difíciles, tristes o hasta traumatizantes, no nos podemos dar el lujo de tener esa esperanza de que mejore, o peor aun, de resignarnos a que, al final del día, los acontecimientos a nuestro alrededor y la calidad de vida dependen de la voluntad de un ser más grande, poderoso y místico que tiene otros planes para nosotros.
No. La dura realidad es que hay que levantarse a diario, con la mejor actitud pero sobre todo voluntad de mejorar día a día nuestras vidas y aceptar que, inevitablemente habrá momentos amargos que no tienen ningún significado en especial ni aportan a nuestra salvación y en cambio, son simplemente parte del orden caótico del universo.
Ahí, en esos momentos más oscuros de mi vida he envidiado la fe pero, más que eso, he aprendido a respetar a quienes la tienen. ¡Que sentimiento tan poderoso …y conveniente!
Quien tiene fe y cree en Dios nunca se sentirá solo y derrotado, pero también es cierto que Jesús, su propio hijo, se sintió abandonado en la cruz, según dicen las escrituras.
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