Parece ser que hay un movimiento actualmente en contra de la cultura de la propina. Hay quienes aseguran que el mercado está abusando de ello y se niegan a hacerlo pero, lo más interesante del caso es quienes se quejan de que algunos lugares la exigen como parte del servicio. ¿Se ha vuelto realmente la propina un abuso de los comerciantes o simplemente nos hemos vuelto tacaños?
En el caso particular de México creo que siempre ha sido esperado que se de propina en la mayoría de los casos donde se nos presta un servicio de comfort. Por ejemplo, en hoteles, restaurantes, barberías, los que dan «bola» al calzado, etc. En general, dado que México es un país donde un alto porcentaje de la economía se sostiene con el turismo y los servicios, estamos digamos más o menos acostumbrados a dar ese extra.
Otro parámetro interesante es la calidad del servicio. México, sobre todo centro y sur del país, suelen ser regiones donde la atención es bastante buena y cortés por parte de quienes nos dan un servicio. Creo que esto está ligado directamente a la calidez que usualmente nos caracteriza a los latinos, no es entonces por sorpresa que entre más nos movemos al norte la calidad del servicio se reduce aunque, en últimos años entre gentrificación y políticas de los establecimientos esto ha mejorado en el norte.
Leyendo un artículo en The Guardian, titulado «Tipping culture in the US is out of control – we’re even asked to tip self-checkouts«, la autora, Arwa Mahdawi, comenta:
The US may be a bitterly divided country, but I think I’ve found a topic which pretty much everyone can unite behind: tipping culture is out of control. The US norm of tipping at least 20% on a meal, and at (the very, very) least $1 a drink at a bar, has always confused European tourists. In recent years, however, tipping prompts have become so ubiquitous, have spread to so many new areas of commerce, that even Americans are confused about when and where a tip is appropriate.
Arwa Mahdawi
Asegura pues que la cultura de la propina está fuera de control. Curiosamente en mis últimos viajes a Estados Unidos he notado eso, por ejemplo, hay un lugar que frecuento para comprar café y al pagar siempre se me aparece la famosa pantalla con las opciones para dejar propina.
Y si bien, hay ocasiones donde me parece ridículo dar propina, como por ejemplo los «tecatos» o adictos abriendote la puerta del OXXO que, honestamente, no están prestando ningún servicio útil, yo SI suelo dejar propina a casi cualquier lugar que voy; restaurantes, cafés, car-wash, valet parking etc. Vaya, cualquier lugar donde se me presta un servicio digamos, personalizado.
Quizá una justificación, como se menciona en este otro artículo del Independent, sea que existen estos procedimientos de «tipping» o dejar propina en los llamados self-checkouts o las famosas tiendas de auto-servicio donde, literal uno mismo se atiende, se forma en la línea para pasar a una caja, pagar su producto e irse. Lo que se cuestiona aquí es ¿A quién exactamente se beneficia con la propina de este tipo de establecimientos? Algunos aseguran que esta tendencia se dió con la pandemia del COVID-19 y como una manera de apoyar a los negocios pequeños que estaban batallando por sobrevivir con las bajas ventas, algo así como un subsidio voluntario para mantener la economía.
En el caso anterior puede ser que haya una razón justificada para incomodarse por la «sugerencia» de dejar propina y lo puedo entender, sin embargo, existen algunos establecimientos que incluyen el «servicio» automáticamente, sobre todo cuando son del giro de restaurantes y bares donde las mesas requieren un servicio personalizado. Si bien esto no es necesariamente ético desde la perspectiva del comerciante, si que lo puedo comprender. En México por ejemplo se ha legislado para que esto sea ilegal así que dejar propina es opcional.
Desafortunadamente conforme han pasado las generaciones cada vez nos hemos vuelto más insensibles. He tenido la desafortunada experiencia de salir a comer con ex-compañeros de trabajo, por ejemplo, en grupos de 6, 8, donde solo un par dejabamos propina, lo cual por supuesto me parece una mentada de madre. Se entiende que si el servicio no fue bueno no se deja propina pero si la atención fue decente, lo menos que podemos hacer es remunerar al trabajador.
Muchos de los argumentos que dan quienes están en contra de esta cultura passe es que la propina es voluntaria y si se quiere se deja algo y si no, pues no, pero principalmente, que es responsabilidad del empleador darle un buen sueldo y seguridad social al trabajador y no del consumidor. Y aunque la premisa anterior definitivamente es cierta, lo que también es cierto es que este tipo de empleos SIEMPRE se han caracterizado por tener sueldos base paupérrimos donde la ganancia real se encuentra en las propinas, y claro, basada en el servicio, es decir, una especie de meritocracia, incluso comunal pues hay lugares, la mayoría pensaría yo, donde las propinas se juntan y al final se reparten en porcentajes a cada empleado, aunque con diferentes cantidades, por ejemplo el capitán de un restaurante probablemente obtenga un 15% del total mientras que los meseros se repartan el resto.
Pero para mí, la parte crítica y el meollo del asunto es ¿Por qué dejar propina si no es mi responsabilidad? Por qué puedo. Se nos olvida muchas veces que, efectivamente, muchos de los empleos relacionados con el servicio a consumidor tienen un ingreso de risa. Solo imaginemos que regularmente el sueldo base de un mesero, barista o valet no suele sobrepasar los $6,000-$8,000 pesos mensuales, con esta cantidad, en la economía actual es muy difícil sobrevivir; pagar renta, transporte, alimento, es decir, solo las cosas esenciales, se antoja imposible.
Y si bien, estoy de acuerdo que los salarios deberían aumentar, y no solo para este tipo de empleos, sino en general, esto es una utopía de izquierda que no es sustentable económicamente o para quienes no entienden el concepto de inflación y canasta básica.
Por que, si compramos un café de $80 pesos, ¿Realmente nos impacta dejar $20 de propina al barista? La realidad es que no. Si tenemos el ingreso real para poder permitirnos comprar un café de ese precio estoy seguro que tenemos el extra para la propina que poco impacta nuestra economía personal pero mucho ayuda a quienes nos prestan el servicio.
Al final del día si el empleador no remunera con lo suficiente a los trabajadores existe una gran posibilidad de que estas personas no puedan acceder a una calidad de vida decente. Los detractores o quienes favorecen esta nueva cultura de no dejar propina dirán que precisamente la revolución comienza con no hacerlo para forzar a los dueños a que se les pague más, pero en el mundo real lo único que sucederá es que probablemente ese empleado simplemente se mueva a otro comercio donde las propinas sean buenas.
Entonces, para mí, esta «revolución» de no dejar propina está destinada al fracaso desde el comienzo. Ojalá me equivoque, pero en el inter, seguiré tratando de aportar mi granito de arena a la economía de quienes me prestan servicios. En mi pueblo a estos revolucionarios les decimos «tacaños», «marros», «codos», «piedras» y mi favorita: «Miserables».
Hay que llamar a las cosas por su nombre. Estás en todo tu derecho de no recompensar a quien está atento a tu mesa o prepara tu café, y no, eso no te hace mala persona, pero si te hace un tacaño.
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