Brian Eno, músico, compositor y productor internacionalmente reconocido y a quien probablemente no reconozcas de inmediato pero está detrás de grandes éxitos de la industria musical (y del famoso y delicioso sonido de inicio de Windows 95) comenta en un interesante artículo que la «tentación de la tecnología es suavizar y perfeccionar todo«. Siendo que a partir del nuevo milenio herramientas como autotune, sintetizadores y demás se volvieron no sólo populares sino esenciales para la creación de nueva música uno se pregunta si el factor humano de esta rama de las artes de ha deshumanizado.
Ya en otro artículo anterior hablaba sobre la «Revolución de la indiferencia» y como posiblemente la manera en que los nuevos artistas musicales tratan de transmitir un mensaje (o nó) puede ser complicado de entender para las viejas generaciones, o sea, aquellos que estamos debajo de los «Zoomers» o somos considerados «pasados de moda».
Y es que, aunque no sea de nuestro agrado la música actual, o incluso no lleguemos a entenderla, es un hecho que la industria ha cambiado completamente. Casi tanto como la del cine donde el uso de efectos especiales o «CGI«, se ha vuelto la piedra angular del éxito de muchas mega producciones relativamente nuevas. Solo hay que voltear a ver toda la serie de películas de Marvel/Avengers. Algo similar pasa con la música, el uso de software para perfeccionar las voces de los cantantes ha llegado a límites que son obvios cuando los fans acuden a algún concierto y bien se dan cuenta que su artista «no canta» o en el peor de los casos, existe un grupo de ingenieros de sonido atrás del escenario presionando botones como pilotos de avión en una emergencia para «suavizar» y corregir la malograda voz del cantante.
Curiosamente, el famoso «playback» era una práctica común ya en los 80’s y 90’s, mucho antes de la llegada de la tecnología y software a la industria musical, donde el artista hacía el famoso «lip-sync» y en realidad estábamos escuchando una versión pre-grabada de la canción aunque esto solía hacerse más en los programas de TV donde quizá no se tenía el equipo de audio necesario para una presentación de calidad, como en un escenario de concierto, a pesar de ello, no era raro que dichos artistas igualaran o incluso mejoraran su desempeño en conciertos en vivo o pequeños acústicos a capella, como los famosos MTV unplugged.
Es bien sabido que muchos cantantes pueden tener dificultad para alcanzar ciertas notas en sus conciertos que, de otra manera, dentro de un estudio controlado con un cantante descansado y entrenando por varios días no sería difícil, es por ello que se suelen cambiar los tonos y las notas musicales a aquellas que dicho cantante pueda «alcanzar», incluso se ajusta el plano instrumental para que exista un ritmo y melodía acorde a dichas notas.
Pero en tiempos modernos esto cada vez es más inaceptable. Los nuevos cantantes y su música están prácticamente pre-fabricados entre auto-tune, sintentizadores e incluso música pre-fabricada donde ya ni siquiera existen instrumentos reales de fondo sino que se utiliza tecnología para crear sonidos de guitarras, bajos, percusiones y demás, solo existe pues, tecnología y la pobre voz de algún cantante de trap o urbano casi casi platicando.
Independientemente del género (aunque sucede más con la música popular moderna, ej: urbano, trap, reggeaton, etc.) el punto de similitud es el mismo; buscar la «perfección». Sonidos constantes y sin errores, beats repetitivos e instrumentos que no son instrumentos. Vivimos en una sociedad actual profundamente empeñada en la perfección, el cuerpo perfecto, la sonrisa perfecta, el trabajo perfecto, la vida perfecta. El Internet y las redes sociales nos han bombardeado con esta idea de perfección a toda costa que se ha permeado a todos lados, incluyendo las artes como la música.
Y aunque parece un cliché mal gastado, es por ello que han proliferado los negocios y pequeños independientes donde su máxima de oferta es la del producto «artesanal», desde la comida, la ropa y si, ahora hasta la música, pero, tal como estos productos artesanales no son para todos o incluso hay quienes los desprecian por considerarlos excesivamente caros o incluso hasta «clasistas», habemos quienes encontramos en dichos productos el confort de consumir algo que consideramos de calidad con el toque «humano».
Por que si bien, una pasta hecha con salsa de lata puede tener un sabor increíble, el proceso de un cocinero o chef que tatema unos chiles, los pica con ajo, los licua y prepara para una salsa «hecha en casa» no tiene comparación. Quizá sea algo psicológica, diran algunos, pero en el proceso humano, ese donde existe la probabilidad del error y las variaciones, está precisamente el valor del producto; un diferenciador de lo demás que oferta el mercado.
Habrá quienes estén dispuestos a pagar este precio y quienes apreciemos estos pequeños matices que le dan sabor a las cosas en la vida, hechas con los aciertos y desaciertos del humano y habrá quienes prefieran ser prácticos y comer su pasta con salsa de lata o escuchar música pre-fabricada. Todo se vale.
Yo por mi parte sigo apreciando el valor y sabor de las cosas hechas bajo un proceso único y humano así que me quedo con mis salsas hechas a mano y las guitarras y percusiones combinadas con la voz auténtica de lo que considero es realmente un cantante y no un producto para satisfacer necesidades inmediatas y básicas.
Los dejo con un ejemplo de lo que era hacer un performance musical VS un tipo arriba del escenario con sonidos de fondo:
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