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So long and thanks for all the dead whales

Discutir (sanamente) es una de las actividades que más disfruto. En realidad más que discutir, me gusta debatir. Una de las razones por las que Twitter llamó mi atención hace más de 10 años fue precisamente poder compartir puntos de vista muy breves con otras personas. Hoy es precisamente esa misma razón por la cual decidí retirarme de esta red social. Explico a continuación.

Las «Redes Sociales»

Sería (muy) hipócrita de mi parte negar que alguna vez, como muchos otros, pasé mucho tiempo en redes sociales. De hecho, parte de mis primeras interacciones con una computadora fueron por la motivación de poder hablar con otras personas, aunque fuera de manera virtual. Siendo yo una persona digamos, antisocial, sobre todo en mi pubertad y adolescencia, era muy atractivo poder interactuar con otros nerdos como yo. Comencé con ICQ, el programa de chat de «la florecita» y pasé por IRC, LatinChat y demás.

Conforme pasaron los años y los sitios web se volvieron más complejos, otro tipo de servicios de interacción social surgieron: MSN, Hi5, Friendster, MySpace, etc. Algunos con más éxito que otros. Particularmente nunca fuí fan de MySpace pero tuve presencia en casi todos los demás.

Parte de «madurar» fue obviamente no solo dejar de invertir tanto tiempo en dichos servicios sino además tratar de consumir (y producir) contenido de más calidad, si es que existe tal cosa en dichas redes sociales. Al final «solo» me quedé con algunos servicios; parte por el fracaso, desuso o simplemente porque eran passé y así terminé teniendo cuentas solamente de Facebook, Twitter, Instagram, Foursquare y Google Plus.

La importancia de tener presencia en línea

Naturalmente el usar redes sociales no es una cosa exclusiva de adolescentes. Quizá hace algunos años hubiera parecido ridículo ver a tus tíos con su página de MySpace pero al día de hoy, al menos para los principales servicios, no existe realmente un sector demográfico específico. ¿La razón? Usar redes sociales pasó de ser una actividad de entretenimiento a una parte cotidiana de nuestras vidas; desde influenciar personas (por razones buenas o malas) hasta la comercialización de productos sin dejar a un lado, claro, el periodismo y los medios de comunicación.

Cuando antes el contenido era de productores amateur, es decir, gente como tu y como yo, grabando videos graciosos en Youtube, comentando sus actividades diarias en Twitter o actualizando a la familia en Facebook sobre eventos personales, el objetivo estaba digamos alejado de utilizar estas herramientas para causas más allá del puro entretenimiento y la comunicación entre personas que conocíamos, la mayoría de las veces, físicamente.

Así como tener un teléfono móvil, mensajería de texto, etc. tener redes sociales o presencia en ellas se convirtió pronto en un estándar al grado de ir modificando el lenguaje cotidiano para decirle a alguien que nos mande «un inbox» (término que por cierto siempre me pareció ridículo, pero eso es para otro post) o un «whats» para que se comuniquen con nosotros. Tan natural como haberle dicho a alguien hace 15 años que nos mandara un «mensaje» (SMS) o hace 20 años que nos «marcara» por teléfono.

Cuando «comercializamos» todo lo bueno

Como en la mayoría de las cosas de la vida, una vez que se comercializa o se generaliza el uso de algo, usualmente se convierte en un commodity que pronto degrada su calidad por la naturaleza de quienes lo consumimos: ser humanos.

Siempre he creído que el término «comercialización» está bastante baztardizado pues regularmente se le relaciona con elementos artísticos como la música, el cine o incluso la comida. Para mi, el éxito de un actor, cantante o los tacos de la esquina que empezaron con una carretita y ahora son una cadena no necesariamente está relacionado a su crecimiento exponencial o alcance a consumidores sino que, usualmente se vuelve mas bien una cuestión de esnoberismo para aquellos que buscan ser siempre diferentes y especiales. Es como tener una pareja que creíamos nos tenía en un pedestal especial solo para darnos cuenta que somos uno de tantos.

La gran diferencia entre las cosas cotidianas que se pueden volver comerciales y la comercialización de las redes sociales es el punto clave: quienes lo producen. En el caso, digamos de un cantante, en quien recae el estigma de ser considerado un «vendido» o comercial es en el mismo artista, en cambio, en las redes sociales, somos los mismos usuarios los que hemos ido moldeando en lo que se han convertido. Si podemos y debemos felicitar a alguien por la democratización de los medios o, culparlo por los fake news y las diatribas, por ejemplo, es a nosotros mismos.

Internet es la manera fácil y económica de pronunciarse por cualquier cosa

Si bien las redes sociales trajeron consigo cosas muy positivas, como la democratización de los medios, pronto esto se tornó en el mismo enemigo. Verán, los seres humanos tenemos una necesidad por naturaleza de figurar y hacernos presentes. Hace 50 años si alguien quería ser famoso y escuchado, fuera por simple apología al ego propio o por una causa verdaderamente social, había que librar muchas batallas, estar en radio, televisión, medios impresos, vamos pues, hacer «carrera«. Hasta para ser una socialité había que, al menos, estar entre la lista de invitados de las fiestas y eventos efímeros de la sociedad.

Tiempo atrás no cualquiera podía tener atención de los reflectores, y, dado que los medios tradicionales eran quienes finalmente decidían a quien darle esa cobertura, las opciones para sobresalir públicamente eran limitadas. Todo esto cambió con el Internet, para bien y para mal.

Para bien porque cualquier persona con un blog y la capacidad intelectual y literaria puede convertirse en un escritor de calidad, para mal porque cualquier persona con una agenda definida y una buena campaña agresiva de clickbaits y de seguidores ignorantes puede esparcir falsas noticias y opiniones sesgadas.

La degradación del contenido en las redes sociales

Es curioso que siempre ha habido una aberración por los medios tradicionales, la televisión por ejemplo, y la calidad de su contenido. Novelas, noticieros subjetivos y talk shows ridículos. Uno pensaría que la culpa era de los productores, de los dueños de dichos medios, de los presentadores que estaban, de alguna manera, unidos en un complot por mantenernos ignorantes y sumisos.

Pasa que conforme otros medios de transmitir contenido audiovisual y escrito se volvieron más accesibles desde la red la situación solo cambió momenteaneamente. Podemos seguir viendo novelas, solo que ahora en Netflix, reality shows, pero ahora en Youtube y seguimos teniendo una calidad de lástima en la mayoría de los informadores autodenominados «líderes de opinión«, solo hay que ver las recientes encuestas que ponían a Chumel Torres, un tipo deleznable y agrio sin preparación periodística, por encima de alguien como Cármen Aristeguí.

Entonces, creo que la mayoría de las personas efectivamente quieren consumir contenido chatarra. No importa la tecnología, al final del día las preferencias hablan. Aunado a esto, tenemos que si bien, antes los medios estaban monopolizados por personas que al menos eran profesionales en su ramo, al día de hoy cualquier persona con un poco de tecnología y de suerte y sin ninguna preparación (ni criterio) puede convertirse en líder de opinión. Nosotros creamos nuestro propio contenido, y en esa «democratización» de los medios hemos creado un monstruo. En el pecado llevamos la penitencia.

Hervidero de frustraciones

Finalmente, creo que lo más relevante para mi sobre este tema es la manera en como se han tornado las redes sociales en una válvula de escape de frustraciones y complejos de la sociedad. No importa que twiteamos, posteamos en facebook, subimos a instagram o grabamos en youtube. Siempre habrá no una, sino muchas personas tratando de quejarse de algo, de llevar su agenda política o social a la conversación y transformarla en lo que no es o simplemente acomplejarse por desearse en una falsa realidad, esa en la que viven los «wanderlusters» e influencers de Instagram por ejemplo.

Al igual que con la comida chatarra, que es poco saludable y de provecho, el contenido que genera agitación y controversia es lo que manda en las redes sociales hoy en día, a tal grado que no es raro encontrarme con gente que respetaba (o que nunca respeté, como a Páramo y compañía) enfrascarse en peleas que rayan en lo absurdo con lenguaje soez, propio de alguien de secundaria, profesionales que uno consideraría serios, independientemente del espectro político.

No estoy dispuesto a seguir en ello. Es agotante y no aporta nada a mi persona. Me sigue encantando debatir y cuestionar, pero prefiero hacerlo en persona, con quienes considere tienen buenos argumentos. Como a la comida chatarra, prefiero limitarla. La lectura y la escritura son actividades que disfruto y creo merecen más mi atención y tiempo.

TwittBC
Reunión de usuarios de Twitter en Tijuana, circa 2009

Hoy le dije adios a Twitter y a Instagram. Y salvo algunos servicios que considero aun útiles, como LinkedIn, aun con sus detalles, puedo decir que me he desintoxicado de las redes sociales.

Publicado enFrustracionesGeneral

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